Hay tantas cosas que deseo decirte que no estoy segura de por dónde empezar, ¿Debería comenzar por decirte que te quiero? ¿O que los días que he pasado contigo han sido los más felices de mi vida? ¿O que en el poco tiempo que hace que te conozco he llegado a creer que estábamos destinados a encontrarnos? Podría decir todas esas cosas y todas serían verdad, pero mientras las vuelvo a leer, lo único que pienso es que me encantaría poder estar a tu lado ahora, acariciándote la mano y disfrutando con la imagen de tu sonrisa elusiva. En el futuro, sé que reviviré nuestros días juntos un millón de veces. Escucharé tu risa, veré tu cara y sentiré tus brazos alrededor de mi cintura. Echaré de menos todo eso, más de lo que puedas llegarte a imaginar. Eres un caballero de los que ya casi no quedan, y valoro muchísimo esa cualidad en ti. En todas las ocasiones que hemos estado juntos, hace que todo lo que hemos compartido sea incluso más especial, y así es como quiero recordar siempre los días que he pasado contigo. Como una luz blanca y pura que al contemplarla nos quita el aliento. Pensaré en ti todos los días. En parte tengo miedo de que llegue un momento en que tú no sientas lo mismo, de que te olvides de lo que hemos pasado juntos, así que te propongo un juego: estés donde estés, y sin importar lo que pase en tu vida, la primera noche de luna llena de cada mes, igual que la que brillaba en el firmamento el primer día que nos conocimos, quiero que la busques en el cielo nocturno. Quiero que pienses en mí y todo lo que hemos compartido, porque esté donde esté, y sin importar lo que pase en mi vida, eso será exactamente lo que yo estaré haciendo. Si no podemos estar juntos, al menos podemos compartir ese momento, y quizás entre los dos confiamos hacer que este sentimiento perdure para siempre.
Te quiero, y espero que cumplas la promesa que un día me hiciste. Si regresas, me casaré contigo. Si rompes tu promesa, me romperás el corazón.
Tuya.